domingo, 4 de marzo de 2018

El eterno retorno de lo idéntico



Friedrich Nietzsche, el filósofo del martillo, aquel que se propuso como misión histórica e intelectual la destrucción de los conceptos metafísicos sobre los que se cimentó la cultura de occidente –el mismo que mató al dios cristiano y, por extensión, eliminó la importancia de los dioses en la vida de los hombres–, el filósofo del materialismo del cuerpo frente al idealismo de las mentes y las almas, el pensador solitario de la tragedia y del superhombre… Ese filósofo irreverente al que le sobran las razones transmundanas e inmateriales, acabó instalando todas sus grandes ideas en el refugio teórico del tiempo eterno y la repetición permanente de lo idéntico: todo cuanto ha existido y existirá, todo cuanto es ahora, volverá a repetirse alguna vez bajo la misma forma. Tú, que lees estas palabras ahora mismo. Y yo, que las escribo. Ya hemos existido alguna vez y volveremos a existir siempre, idénticos a como somos ahora, en el mismo sitio, en el mismo momento, con la misma apariencia que ahora tenemos. Así de lapidarias suenan, a escuchas de quienes se acercan a la filosofía de Nietzsche, las palabras que revelan la realidad del eterno retorno.  
Seguro que alguna vez has tenido un déjà vu (sentir que ya has vivido antes una experiencia del presente). La psicología incluye este fenómenos dentro de las paramnesias del reconocimiento, perturbaciones que crean falsos recuerdos o experiencias que el sujeto interpreta como si fueran reales. Ahora bien, según la teoría del Eterno Retorno, sentir que ya has vivido antes el momento presente puede ser indicativo de que, efectivamente, alguna vez en mitad de la inmensidad del tiempo, la misma configuración de la materia que se da ahora tan sólo es la repetición de una configuración material que ya se dio en el pasado. Y que volverá a darse otra vez, en algún momento (en infinitos momentos), en el futuro. 

La teoría del eterno retorno de lo idéntico es, a la vez, una de las expresiones más complejas, oscuras y bellas de la filosofía nietzscheana. ¿Qué es el tiempo? ¿Cómo fluye? ¿Cuál es nuestro papel como habitantes de sus ciclos vigorosos? El tiempo es un círculo donde pasado y presente se dan a la vez, en lo ilimitado, formando parte de una misma cosa. El tiempo es como una serpiente que, al morderse la cola, sitúa pasado y presente en un mismo comienzo y final. El círculo del tiempo es pensado como una onda intramundana, como un anillo de momentos temporales, de “ahoras”: todo cuanto acontece lo hace en el presente, en el pasado y en el futuro; a la vez y siempre, eternamente.  

Nosotros no tenemos por ahora ningún concepto ni ninguna representación que pertenezcan al tiempo mismo. Todos nuestros conceptos temporales tienen una orientación intramundana; no pensamos el todo del tiempo… Pensamos los momentos temporales. Tal vez el pensar la totalidad universal del tiempo resulta posible tan sólo apartándonos constantemente, por así decirlo, de representaciones temporales.

¿Qué significa eternidad del tiempo? Eternidad del tiempo pasado, eternidad del tiempo presente y eternidad del tiempo futuro. Si detrás del ahora yace una eternidad, entonces cada una de las cosas que pueden correr, ¿no tendrá que haber recorrido ya, alguna vez, este espacio que recorremos ahora? No es posible, en modo alguno, un pasado infinito como una cadena infinita de acontecimientos siempre nuevos; si existe un pasado infinito, entonces lo que puede en absoluto suceder ha tenido que haber sucedido ya; nada puede faltar en él, estar todavía por venir, no haber sido ya, en algún momento: una eternidad pasada no puede ser imperfecta, en ella no puede faltar nada. El tiempo no puede tener ya nada fuera de sí mismo: todo cuanto puede ocurrir, todo lo posible, debe haber ocurrida ya en algún momento. La eternidad del pasado exige que haya sucedido ya todo lo que puede suceder, que haya transcurrido ya un tiempo total. De igual manera, un futuro infinito, eterno, exige que en él transcurran todos los acontecimientos intratemporales. Si el pasado y el futuro son concebidos como eternidades, entonces debemos entenderlos como el tiempo total incluyendo todo su posible contenido temporal: hechos, acontecimientos, seres, estados de cosas; realidades posibles.

Todas las cosas, todo lo intratemporal, todo lo que transcurre dentro del tiempo, tiene que haber transcurrido ya siempre y volver a transcurrir una vez más en el futuro, si es que el tiempo es, como pasado y como futuro, el tiempo total. El retorno de lo mismo se basa en la eternidad del curso del tiempo. Todo tiene que haber existido ya, todo tiene que volver a ser. Tal y como dice Nietzsche en Así habló Zaratustra en una de las conversaciones que mantiene con el enano que lleva sobre el hombro y que representa su soledad y su consciencia de sí mismo y de todo lo real:

¡Mira –continué diciendo- este instante! Desde este portón llamado “instante” corre hacia atrás una calle larga, eterna; a nuestras espaldas yace una eternidad. Cada una de las cosas que pueden ocurrir, ¿no tendrá que haber ocurrido, haber sido hecha, haber transcurrido ya alguna vez? Y si todo ha existido ya, ¿qué piensas tú, enano, de este instante? ¿No tendrá también este portón que haber existido ya? Este instante arrastra tras de sí todas las cosas venideras, incluso se arrastra a sí mismo… Pues cada una de las cosas que pueden correr, ¡también por esa larga calle hacia adelante tiene que volver a correr una vez más! Y esa araña que se arrastra con lentitud a la luz de la luna, y tú y yo, cuchicheando ambos junto a este portón, cuchicheando de cosas eternas; ¿no tenemos todos nosotros que haber existido ya? Y venir de nuevo y correr por aquella otra calle, hacia adelante, delante de nosotros, por esa larga, horrenda calle, ¿no tenemos que retornar eternamente? (Friedrich Nietzsche; “Así habló Zaratustra”).


Explicación físico-matemática de la teoría del Eterno Retorno.

El punto de partida es el siguiente: el tiempo es eterno, siempre ha sido y siempre será; pero las posibilidades de combinación de la materia, en cambio, son limitadas. El número de posibilidades es incalculable, sí; pero limitado, al fin y al cabo. Esto quiere decir que si el tiempo es, efectivamente, eterno e ilimitado, alguna vez a lo largo de esa eternidad se tendrán que repetir, forzosamente, las mismas combinaciones de la materia que ya se han dado alguna vez. Todo cuanto puede ser, todo lo posible, ha sido ya alguna vez y volverá a serlo otras veces; y todo se repetirá de modo idéntico a como es ahora, hasta el más mínimo detalle…

Imagina que lanzamos una moneda al aire. Al caer, podemos obtener dos resultados: cara (C) o cruz (X). Repetimos el lanzamiento hasta un total de cuatro veces y obtenemos la siguiente combinación: CCXC.

T1├ CCXC

Hemos obtenido una de las posibles combinaciones (de un total de 16 posibilidades), lo cual quiere decir que si repetimos la tanda inicial (T1) de cuatro lanzamientos podremos volver a obtener el mismo resultado o cualquiera de los otros quince; es decir, el resultado de la tanda 2 puede ser igual al de la tanda 1 o distinto al de la tanda 1:

T2 ├ T1 ˅ ¬T1

Si lanzamos una tercera tanda (T3), podremos obtener el mismo resultado que obtuvimos en la primera tanda o el mismo resultado que obtuvimos en la segunda tanda o un resultado distinto al de las tandas 1 y 2:

T3 ├ T1 ˅ T2 ˅ ¬(T1 ˄ T2)

Si repetimos el ejercicio hasta un total de 16 tandas (número máximo de posibles combinaciones) será posible, aunque poco probable, que ninguna combinación se haya repetido hasta ese momento; pero si hacemos un lanzamiento más (T17) podemos estar seguros de que se repetirá necesariamente alguna de las dieciseis posibles combinaciones. ¿Cuánto tiempo necesitaremos para ver repetida la misma combinación? Poco, porque las posibles combinaciones también son pocas… Cinco minutos, tal vez. Para este caso, no mucho más.


Imaginemos ahora un segundo experimento: extraemos las 12 figuras de una baraja española (4 reyes, 4 caballos y 4 sotas), las mezclamos y las ponemos en fila sobre la mesa. Supongamos que se obtiene la siguiente combinación:

Ro So Sb Cc Rc Ce Se Rb Sc Re Cb Co

Para este experimento existen muchísimas más combinaciones posibles que para el experimento anterior (recordemos que para las monedas había 16 posibilidades). En concreto tendremos: P12 = 12! = 479.001.600 combinaciones de cartas posibles.

Esto quiere decir que si repetimos 479.001.601 veces el experimento de mezclar y poner sobre la mesa las mismas doce cartas (es decir, el número total de posibilidades más una), necesariamente se repetirá alguna de las combinaciones que ya habíamos obtenido antes. ¿Cuánto tiempo necesitaremos esta vez para asegurarnos esta repetición? Calculando que cada tirada se llevaría unos 30 segundos (apróx.), tardaremos… ¡cerca de 455 años! Demasiado tiempo para una persona, mas no para la eternidad.

Ahora bien, ¿cuántas posibles combinaciones puede tener la materia existente en todo el universo? Lógicamente, se trata de una pregunta cuya respuesta exacta no está al alcance de nuestra mano. Eso sí: serán muchísimas, no cabe duda. Muchísimas, pero no infinitas. Digamos que existen p combinaciones posibles para toda la materia que hay en el universo. Pues bien, en el momento en el que tras combinar y recombinar átomos y más átomos alcancemos la posibilidad p+1 podremos estar completamente seguros de que alguno de los posibles estados de cosas que ha existido alguna vez, volverá a repetirse de modo idéntico a como ya lo hizo en su día.